A G N I Y O G A
UNA SINTESIS
DE UNIDAD
¿Qué
es técnicamente hablando la Unidad cuando la referimos, tal como es de rigor, a
la relación entre el hombre y la Divinidad? Yo diría que es la incorporación
del fragmento humano perdido en la inmensidad del tiempo dentro de la gran
Vasija divina de la cual formaba parte. Esta idea la hemos expuesto ya
anteriormente, pero resulta tan gráfica que no he resistido el deseo de
repetirla. Lo que seguramente merecerá una idea nueva o un nuevo y más
incluyente símbolo es cómo y de qué manera el fragmento ha llegado a
reconstruirse dentro de la Absoluta Medida de la Creación divina, lo cual
quiere significar que deberemos abordar el tema singularmente místico de Sendero
o referirnos científicamente a las leyes de la evolución, tal como son
apreciadas desde el ángulo del observador inteligente en la vida del Universo.
El
Sendero indica dirección, extensión y cumplimiento y toda unidad de vida y de
conciencia -sea cual sea su grado de integración espiritual- viene impelida
desde sus cósmicas e inmortales raices por un propósito insigne que dirige su
existencia mortal como fragmento por una extensión más o menos dilatada de
espacio dentro del tiempo kármico del planeta, persiguiendo un grado específico
de cumplimiento, el cual, naturalmente, estará de acuerdo con la intensidad del
propósito espiritual y la duración o permanencia del mismo bajo una definida
forma en el seno de aquella extensión temporal. Jugando con estos tres factores
podríamos programar no solamente una imagen sicológica del fragmento, fuese
cual fuese su grado de integración, sino que al propio tiempo podríamos afirmar
que todo cuanto existe de pequeño o de grande en la vida del Universo, forma
parte de un destino común y que todo evoluciona proporcionalmente de acuerdo
con una INTENCION infinita, mas allá de nuestra humana comprensión, pero que
fija o establece para cada ser, para cada especie, raza o reino un Arquetipo de
perfección a través del cual se realizan las aspiraciones, intenciones o
voluntades del insigne y eternamente desconocido Creador universal.
Vemos
así que todo Sendero, subhumano, humano o superhumano persigue constantemente
un Arquetipo de perfección, siendo los esfuerzos de cada especie viviente hacia
esta Meta instintiva o intuitivamente reconocida, lo que técnicamente llamamos
Sendero. El Sendero, por tanto, es universal y no es el patrimonio exclusivo de
la raza humana tal como parecen indicarlo los escritos sagrados provenientes de
la más lejana antiguedad. Lo único que
puede ser dicho al respecto es que el primer ser en la vida de la Naturaleza
que hace conciencia de sí mismo y por ello es consciente del Sendero, es el ser
humano y admitir que aún dentro de los seres humanos, el concepto que se tiene
del Sendero es muy particular y personal y, por esta razón, muy dintinto entre
unos y otros. Esta diversidad de opiniones sobre un mismo sujeto de interés
principal mantienen muy desunida todavía a la gran familia humana y es causa de
grandes luchas y contradicciones en el orden social imperante. Subsiste, sin
embargo, y como esencia, el sentimiento íntimo de soledad que sólo cederá o
será adecuadamente interpretado cuando el ser humano se conozca mejor a sí
mismo y vaya identificándose con la fuente de paz de su propio corazón. El
corazón, ya se le considere como un órgano esencial del cuerpo físico, en su
aspecto etérico de chacra cardíaco o como centro continente del Santo Grial de
su existencia organizada, es la sede del poder divino y del mismo arranca la
potencia ígnea que inflama la mente y la orienta hacia el descubrimiento de la
Verdad espiritual y a la conquista de la propia inmortalidad.
No
puede ser dejado de lado el corazón cuando tratemos de alcanzar el
entendimiento natural del sentido de Síntesis o de Unidad interna. Hasta aquuí
-salvo en las raras y poco numerosas huestes de los seres humanos que
conquistaron el Reino de Dios- a la mente humana se le ha asignado un sentido
integrador o de síntesis y es así que a través del tiempo hemos asistido a un
proceso de incesante acopio de conocimientos, exotéricos y esotéricos que
sobrecargaron la mente y la descompensaron del equilibrio natural que tiene la
misión de revelar. La estela que dejaron tras de sí los Conocedores de todos
los tiempos, fue sin embargo beneficioso, porque la humanidad estaba siguiendo
un proceso de desarrollo intelectual y todas las ideas y los conocimientos
adquiridos le depararon una mejor comprensión de su vida personal, de sus
ambientes y de sus circunstancias kármicas. No obstante, el corazón -salvo en
las naturalezas potentemente místicas- quedó relegado siempre a un segundo
término y sujeto a las veleidades humanas, cuyo conceptos de la Verdad y el
estudio de las exposiciones teológicas y religiosas lo habían reducido casi a
una función meramente fisiológica. Ahora sin embargo, los tiempos son
absolutamente distintos de los de antaño y el corazón debe ser espiritualmente
rehabilitado. El ser humano ha crecido internamente en una cierta medida y dentro
de su desarrollo intelectual habrá notado quizás con mayor profundidad y
comprensión, que los conocimientos adquiridos a través de la mente, si bien muy
interesantes y precisos, no fueron lo suficientemente importantes como para
depararle paz y serenidad en momentos cruciales de su existencia kármica, ni
para acallar en su ánimo aquel íntimo, desconocido e inenarrable sentimiento de
soledad o de aislamiento que surgía inesperadamente del centro mismo de las más
complejas y elaboradas ideas. El sentido del corazón -tal como esotéricamente
se define a veces a la capacaidad
intuitivz del hombre hace sentir frecuentemente su suave y benéfica presión
sobre la personalidad humana y sus efectos místicamente reconocidos, se
demuestran en forma de una acusada e irresistible tendencia hacia la libertad
individual.
Se
nos dice así que cuando el corazón ha rebasado en una cierta medida su
capacidad de resistencia al frío razonamiento intelectual, se produce una gran
crisis en la vida del hombre. Esta crisis es el clamor invocativo del alma la
cual, a través del corazón que es el asiento divino de Síntesis, exige una
especial atención de parte del ser humano, una inapelable respuesta a un
sinnúmero de solicitaciones espirituales surgidas en el transcurso del tiempo. Todos
hemos sentido alguna vez, en momentos realmente cumbres de nuestra existencia,
el aliento íntimo de esta muda solicitación causal... pero, ¿cuántos de
nosotros respondimos adecuadamente a la misma? Démonos cuenta, sin embargo, que
estas mudas solicitaciones espirituales del corazón se expresan en forma de un
sentimiento muy profundo e inenarrable de soledad, una soledad o un sentido de
aislamiento que no todos tendremos quizás el valor de afrontar serenamente en
el fragor de la existencia cotidiana.
La
mayoría de nosotros recurriremos a lo mejor a los textos de los libros sagrados
a los cuales hicimos anteriormente referencia o a alguna autoridad espiritual
para mitigar nuestro íntimo sentimiento de soledad o endulzar aquel
desconsolador pasaje de nuestra vida sicológica, es decir, que en lugar de
hacer frente a la realidad actual que es fresca, vívida y trascendente,
volvemos los ojos al pasado, a la tradición, a los conceptos fríos de la mente
y a la vacuidad de los argumentos de la fe dogmática... Como consecuencia de
ello, la flor del corazón vuelve a
cerrarse y el imperativo de la mente domina los sentidos, pero no calma la
angustia del corazón ni resuelve el misterio de la propia soledad. ¡Cuantas
veces en el devenir de nuestra existencia habremos cerrado voluntariamente
nuestros oidos a esta voz invocativa del
corazón temerosos de perder nuestras conquistas materiales, limitados por
la incertidumbre de nuestra vida sicológica o condicionados por el miedo ante
cualquier posible anatema de carácter religiosos!.
La
Verdad, que en estas crisis del alma se expresa como soledad, ha sido sofocada
en nuestro interior y seguramente pasará mucho tiempo antes de que el corazón
vuelva a hacer sentir su presencia y a reclamar la atención de nuestro ser.
Debo afirmar, sin embargo, y no me mueve a hacer esta declaración otro motivo
que el de exponer mi propia experiencia, que llegará un momento en nuestra vida
en que el dolor de la soledad interna será tan agudo y tan intenso el
sentimiento de separatividad, que forzosamente deberemos atender aquella voz
muda y silenciosa del corazón, dejando de recurrir definitivamente a las
formulaciones artificiosas de la mente con su compleja estructura de frías
verdades teológicas y afrontando el reto de la propia Verdad, la única que
puede liberarnos del sentimiento angustioso de soledad y dotarnos de valor
espiritual.
La
soledad del corazón tienen un significado muy profundo de síntesis y no habrá
unión posible con la Divinidad, el objetivo final del Yoga, si no se afronta
abiertamente y sin intermediario alguno, ya que nadie puede sofocar la angustia
del corazón salvo la comprensión de la propia soledad y del misterio que se oculta tras el
sentimiento íntimo de separatividad y aislamiento. La mente, ante la
alternativa del corazón solitario, ha de quedar serenamente expectante,
siguiendo el proceso con atención, aunque sin intervenir directamente por medio
de los habituales sistemas de disciplina a los cuales está tan habituada.
“La
expectación serena de la mente -tal como decía un gran Maestro de la Jerarquía-
es la avenida que conduce a Síntesis, al Corazón”. Síntesis, según el sentido
cabal del término, implica equilibrio, culminación de esfuerzos y el logro de
un definido objetivo de carácter superior. En el caso del alma supremamente
anhelante, dotada de una gran experiencia espiritual y capacitada, por tanto,
para afrontar el dilema de la propia soledad, Síntesis adopta el carácter de
una culminación iniciática, la conquista de aquella meta constantemente
cambiante que traslada la conciencia de plano en plano y de esfera en esfera
hasta convertir el ser humano en una entidad divina, libre -tal como
místicamente se dice- del polvo de la tierra.
Es
así como la Síntesis, convertida en sentimiento inefable de unidad, se adueña
del corazón y lo redime de la angustia de la propia soledad, elevándole al
monte Everest de la conciencia y mostrándole al Iniciado la extensa y
maravillosa panorámica del valle trascendido de las ilusiones personales y de
todos los conflictos kármicos.
Por: Vicente Beltrán A.:
Hermano Mayor
Desde mi
corazón, la Paz y el Amor de Cristo-Jesus, sea en tu corazón.
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