Queremos señalar algunos problemas que hemos visto suceder con frecuencia con el propósito de evitarlos en sus primeros brotes. Tal es el caso en el que el orden y la disciplina se imponen “en bien de un grupo”, sacrificando el ambiente fraternal de cordialidad y amor. Hemos visto suceder esto tantas veces que no me canso de señalarlo. Y, créanme, cuando el ambiente de fraternidad, cordialidad y amor se pierden, el grupo se disuelve sin remedio.
Otro de los grandes problemas que confrontan los grupos y que ocasionan mucho daño es cuando, por amor a un maestro o a un instructor espiritual, se agraden a los componentes del grupo, evidenciando que la relación con el maestro instructor está basada en la personalidad y no en el alma. Cuando se ama al maestro y se agraden a los demás, el amor, ubicado en el plexo solar, produce una bruma tan espesa que ocasiona un sinnúmero de problemas que terminan obstaculizan la labor del maestro.
Hay quienes quieren permanecer aislados para practicar su filosofía espiritual sin embargo, en Acuario, la práctica espiritual demanda la convivencia grupal, porque la lección más grande a aprender en esta Nueva Era es la fraternidad.
Quisiera que todos los grupos que reciben esta información reflexionen profundamente sobre este asunto porque, cuando los grupos fracasan, se pierde algo muy valioso: se pierde el campo de ensayo de la nueva civilización.
Tengamos presente que los grupos espirituales son la oportunidad que nos da la vida de practicar la relación de almas, porque ellos no nos obligan a mantener las condiciones personales, como es el caso de la relaciones laborales o sociales. Cuidemos nuestro grupo como se cuida el primer brote de una bella flor, la flor de la nueva conciencia emergente, la conciencia grupal.
Los invito a pronunciar, todas las mañanas, este decreto ofrecido por el Maestro D.K.: “Que mi alma, cuya naturaleza es amor y sabiduría, dirija los acontecimientos, impulse a la acción y guste todas mis palabras y actos”.
