Los ecos del año fenecido — sus penas y bonanzas — ya se han ido.
La argentina voz del Año Nuevo,
estimulante y plena de esperanza,
así canta: “¡Despierta, levanta!.
Remodela tu vida... ¡Cíñela a la meta mas alta!”.
Desecha ya las malezas de las preocupaciones añejas.
De la abandonada huerta del pasado, tú cosecha
sólo las semillas de las dichas y realizaciones,
las esperanzas, los buenos pensamientos y acciones,
los nobles ideales todos.
Sobre la fresca sementera de cada nueva aurora,
siembra tú las valientes semillas aquellas;
y riégalas y guárdalas con paciencia sin mella,
hasta que tu vida entera florezca en la fragancia
de raras y bellas cualidades-esencia.
He aquí que el Año Nuevo se levanta ya, y murmura:
“¡Despierta tú conmigo, Oh espíritu que en la sepultura
de los hábitos, indolente, se ha dormido!.
¡Un nuevo esfuerzo inicia, ferviente y entusiasta!.
Tu constante enemigo, el karma, aún te acosa:
¡No abandones las armas hasta haberlo vencido!.
¡Que nada te contenga ya más, amigo mío,
hasta haber conquistado la libertad eterna!”.
Y así marchemos todos, enlazadas las manos
cual en fraterna danza, hacia adelante, hermanos,
he aquí que nuestra mente avanza
vivificada por el gozo y unida eternamente...
Que nada nos detenga ya más hasta alcanzar
el divino Refugio de solaz y reposo,
del cual no saldremos ya jamás a vagar.
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