Cuando
luchamos por recuperar la salud perdida, a menudo solemos prestar mayor
atención al poder avasallador de la enfermedad en lugar de concentrarnos
plenamente en la posibilidad de sanar; en esta forma, permitimos que la
enfermedad corporal se convierta en un hábito tanto mental como físico. Este
fenómeno se manifiesta especialmente en las personas tensas y aprensivas. Todo
pensamiento depresivo, todo pensamiento de felicidad, de irritabilidad o de
calma, graba su surco sutil en las células cerebrales, fortaleciendo nuestras
tendencias ya sea hacia la enfermedad o hacia el bienestar.
Nuestras
subconscientes "ideas-hábitos", ya sea de salud o de enfermedad,
ejercen una poderosa influencia sobre nuestro ser. Las enfermedades rebeldes -
tanto mentales como físicas- poseen siempre una profunda raíz en la mente
subconsciente. Para eliminar la enfermedad es necesario arrancar estas ocultas
raíces. Es por ello que toda afirmación consciente debe ser practicada con la
fuerza suficiente como para que sea capaz de imprimir [su verdad] en la mente
subconsciente; entonces esta última influirá a su vez en forma automática sobre
la conciencia. Así pues,. las afirmaciones vigorosas que se practican en forma
consciente, actúan tanto sobre la mente como sobre el cuerpo a través de la
mediación de la mente subconsciente. Las afirmaciones efectuadas con una fuerza
aún mayor, alcanzan no sólo a la mente subconsciente sino también a la
supraconsciente, mágica surtidora de poderes milagrosos.
Toda
afirmación de una Verdad debe ser practicada aplicando en ella la voluntad, el
sentimiento, la inteligencia y la devoción. No debe permitirse que la atención
se distraiga. Es necesario entrenar la atención cual si se tratase de un niño
travieso; cada vez que se desvía de su objetivo, se le debe traer de regreso y
enseñarle, una y otra vez, en forma repetida y paciente, a concentrarse en la
tarea que se le ha asignado.
Toda
afirmación de una Verdad debe ser practicada aplicando en ella la voluntad, el
sentimiento, la inteligencia y la devoción. No debe permitirse que la atención
se distraiga. Es necesario entrenar la atención cual si se tratase de un niño
travieso; cada vez que se desvía de su objetivo, se le debe traer de regreso y
enseñarle, una y otra vez, en forma repetida y paciente, a concentrarse en la
tarea que se le ha asignado.
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