A G N I Y O G A
Por: Vicente Beltrán A.:
Hermano Mayor
PARTE DOS
Cuando
se trata de hablar de Dios y de las íntimas motivaciones espirituales del ser
humano, hay que recurrir siempre a los símbolos y a las alegorías a fin de que las
ideas del macrocosmos y del microcosmos aparezcan lo más claramente posible a
la mente del estudiante. Aún cuando son muchos los tratados místicos, bíblicos
y esotéricos que aseguran que “el hombre es hecho a imagen del Creador”, la
observación de las actividades humanas a través de la historia parece desdecir
por completo aquella afirmación y son negadas casi radicalmente por los seres
humanos corrientes las íntimas vinculaciones de la criatura humana con el
divino Ser, Creador del Universo.
Las razones son evidentemente lógicas y no
existe ser humano en el mundo, a menos que haya alcanzado una evolución
espiritual lo suficientemente elevada, que no se sienta desdichadamente
solitario, pese a vivir en el seno de una gran comunidad social llena de estímulos
variados y de motivaciones sicológicas. El problema del ser humano podría ser
descrito con una sola palabra “Soledad”, una soledad o un sentido de
aislamiento tanto más pronunciado cuanto más trepidamente sea el dinamismo
impuesto a la sociedad humana por efecto de los grandes avances técnicos y de
los magníficos descubrimientos científicos.
Como
es evidente para el ser humano de cierto grado de evolución espiritual, en el
ambiente social del mundo existe un gran sentimiento de frustración, de desilusión
y de profundo desencanto. Las Iglesisas del mundo, sea cual sea particular y
típica presentación de la Verdad divina y por elevados y trascendentes que
hayan sido los Guías espirituales que las inspiraron en el pasado, han
fracasado totalmente en su intento de evocar AMOR de los corazones de sus
fieles y creyentes.
Fracasaron
también los sistemas políticos, económicos y sociológicos en su intento de
crear óptimas situaciones sociales. La verdad de estos razonamientos está libre
de comentarios contraproducentes. Hoy día, rebasado el siglo XX, el mundo se
debate en idénticos problemas, crisis, tensiones y antagonismos que imperaron
en el devenir de las razas precedentes o en otras épocas de la historia
planetaria. Hay todavía, como entonces, guerras, enfermedades, hambre y
calamidades por doquier. Los descubrimientos científicos y el desproporcionado
avance de la técnica no han evocado un eco similar dentro de los corazones
humanos. Existe un desequilibrio general y todavía el odio, la crueldad y el
íntimo sentimiento separativo corroe las entrañas de la Raza. Así, en tales
condiciones, puede aparecer como un contrasentido el tratar de confeccionar un
código de valores humanos basados en la fraternidad, el orden y la justicia.
Sin embargo, tal es la tarea eterna que ha de emprender el ser humano que ha
logrado contactar ciertas áreas de poder espiritual y darse cuenta de que todos
los demás seres humanos están debidamente impuestos de idénticos valores y
principios y que, por tanto, también pueden y deben esforzarse por establecer
contacto con aquel centro de paz inalterable dentro del corazón, en donde no
existen tensiones, conflictos ni miedo....
Lección primera
Desde mi corazón, la Paz de Cristo Jesús sea en tu corazón.
Lección primera
Desde mi corazón, la Paz de Cristo Jesús sea en tu corazón.
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