Un hombre ciego sueña con la recompensa material. Pero, si fuera a recuperar la
vista, se asombraría de ver que crea su propia recompensa.
Al ascender en la
conciencia, un hombre progresa lleno de gozo, y el pensamiento de la recompensa
lo convertirá en esclavo.
De hecho, hay muchos esclavos, precisamente los que
tratan de conciliar la servidumbre de su espíritu bajo una impenetrabilidad
helada y una renunciación aparente de lo que ni siquiera poseen. Cada uno de los
recompensados ya es un esclavo. Sólo por medio de una conciencia libre, sin
auto-exaltación ni auto-menosprecio, se puede construir la evolución.
El martillo del espíritu es el arma más valiosa del logro.
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